Ayer, 21/09, la profesora Mariana Mazzucato, autora de El Estado Emprendedor y de Repensando
el Capitalismo impartió una conferencia en la sede de la empresa eGauss de
Madrid. Aunque su presidente, el buen amigo José Manuel Leceta, me invitó, no
pude acercarme a ver a Mariana pese a ser un fan absoluto suyo.
La profesora Mazzucato ha sido una luz en medio de la oscuridad de la
ortodoxia y la austeridad. Alguien que ha reivindicado con solidez el rol de
las políticas públicas en la competitividad de las naciones, y que ha entendido
que una economía no es lo que hay más allá del Estado, sino que la expansión de
nuevos mercados y la generación de crecimiento y bienestar emana de la correcta
interacción entre sectores público y privado. Para Mazzucato, el motor
primigenio de la innovación disruptiva, la esencia misma del capitalismo, se
activa mediante inversión pública en proyectos estratégicos que jamás
financiaría el mercado por su nivel de riesgo. Hace pocos días, en la revista Prospect,
Mazzucato desgranaba su doctrina económica, en el artículo “A
real industrial revolution”. La resumo a continuación:
El valor es producido de
forma colectiva: Los
generadores de valor no son sólo los emprendedores o los líderes empresariales.
También las instituciones públicas, universidades y sociedad civil son
esenciales para la creación de valor. El buen funcionamiento de los mercados,
su expansión o su declive depende de las interacciones entre el conjunto de
agentes económicos (lo que en innovación llamamos “ecosistema”).
El problema es el
crecimiento, no el déficit: La crisis fue creada por un brutal endeudamiento privado, que se
transfirió al sector público al secarse los mecanismos impositivos y
multiplicarse el gasto social. Pero la inversión pública en educación,
investigación e innovación expande la capacidad productiva. Y es la capacidad
productiva lo que reduce el ratio de deuda sobre PIB.
Invertir en crecimiento
orientado: La
concentración de estímulos públicos, incentivos, y talento debe orientarse a la
solución de los grandes problemas sociales o económicos (“misión-oriented innovation”). El mercado sólo no tiene por qué
estar alineado con la resolución de los grandes retos a que nos enfrentamos,
desde el envejecimiento al cambio climático, del desempleo a la desigualdad masiva.
Los grandes avances tecnológicos, capaces de solventar estos problemas, son
fruto de grandes esfuerzos público-privados.
Combatir el cambio climático: Una revolución verde en la economía requiere
más que buenas intenciones. Es preciso incentivar públicamente las inversiones
en energías renovables, financiar el desarrollo tecnológico, recompensar las
prácticas sostenibles y crear marcos legislativos que penalicen la agresión al
medio ambiente.
Reformar las finanzas: La innovación y el crecimiento a largo
plazo requieren finanzas estratégicas, no finanzas especulativas. Crear
circuitos públicos de financiación de muy alto riesgo para proyectos de gran
impacto económico y social. Facilitar la financiación de proyectos industriales
sostenibles y de creación de empleo de calidad, por encima de cualquier otra
inversión. Crear los marcos institucionales para desarrollar sistemas financieros
que sirvan para el crecimiento económico y la generación de trabajo, no que se
sirvan sólo a sí mismos.
Reinvertir, no hacer magia
financiera: El
capitalismo financiero ha llevado a muchas grandes corporaciones a invertir en
la compra de sus propias acciones, para incrementar su valor en bolsa y las
recompensas ejecutivas. Más de dos trillones de dólares en Europa, y dos más en
EEUU han sido capturados en operaciones de ingeniería financiera, generando un
coste de oportunidad equivalente en reinversiones productivas e I+D. La
política fiscal debe incentivar de forma agresiva este tipo de inversiones
productivas, y penalizar el resto.
Crear “animal spirits”. John Maynard Keynes usó este término en su
libro The General Theory of Employment,
Interest and Money, para describir los instintos y emociones que mueven las
acciones económicas. Es un error asumir que esos espíritus aparecen
espontáneamente a nivel corporativo, e inducen inversiones y crecimiento. Al
contrario, sin estímulos extraordinarios, las decisiones de inversión suelen
ser conservadoras y se sitúan en negocios clásicos, competitivos y
comoditizados. Las verdaderas inversiones que aceleran el crecimiento
exponencial, las inversiones en innovación disruptiva (como fue internet en su
momento) se fomentan desde fuera del
mercado. La administración tiene la capacidad no sólo de mejorar los mercados,
sino de crear nuevas e inexploradas áreas de crecimiento.
Estructuras estatales
capaces y competentes: El
crecimiento inteligente requiere gobiernos inteligentes. La tendencia a
externalizar capacidades de gobierno y reducir el Estado a la mínima expresión,
especialmente en política económica (“no poner piedras en el camino”) debe ser
revisada, libre de ideologías. Crear instituciones públicas guiadas por
misiones transformadoras, y dotarlas de recursos y del mejor talento es una
urgencia en un mundo que desmantela peligrosamente sus motores de crecimiento.
En una sola diapositiva, que ayer twitteó Guillermo Dorronsoro, Mariana
Mazzucato resume y explica por qué un país (en este caso, Alemania) tiene un comportamiento
económico tan envidiable: crecimiento empresarial, financiación paciente
impulsada por el Estado (mediante los bancos públicos KfW), interfaz
ciencia-industria robusto y bien financiado (institutos Fraunhofer), alta
intensidad tecnológica (I+D/PIB), y financiación pública de la I+D selectiva, orientada
a misiones (impacto económico y social).
Leed esos puntos uno a uno y evaluad nuestra realidad cercana... No sé por qué, me da en la nariz que aquí estamos haciendo exactamente lo
contrario...
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